(2025)


























Volví a La Habana. Nada ha cambiado, pero todo es distinto.
Cuba, 2025. El país atraviesa una crisis energética que condiciona cada aspecto de la vida cotidiana: apagones diarios, escasez de combustible y la reorganización constante de las jornadas en función de la ausencia de electricidad. La luz, que en otros lugares se da por sentada, aquí es un recurso intermitente, un privilegio que rara vez alcanza a la mayoría de la población.
En paralelo, los símbolos del poder se muestran con fuerza en fechas señaladas como el 26 de Julio, en un despliegue que busca exhibir continuidad, control y fortaleza. Pero ese brillo es ilusorio: obliga a mirar hacia otro lado mientras la ciudad permanece en penumbra, y quienes la habitan enfrentan limitaciones extremas, improvisan soluciones y sostienen su vida diaria con ingenio y resiliencia.
Cuba, 2025. The country is undergoing an energy crisis that shapes every aspect of daily life: daily blackouts, fuel shortages, and the constant reorganization of routines around the absence of electricity. Light, taken for granted elsewhere, here becomes an intermittent resource, a privilege that rarely reaches most of the population.
In parallel, symbols of power are put on display with force on marked dates such as July 26th, in a spectacle meant to project continuity, control, and strength. Yet that brightness is illusory: it compels one to look the other way while the city remains in darkness, and its inhabitants face extreme limitations, improvise solutions, and sustain their daily lives with ingenuity and resilience.